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Hoy hemos acompañado bailando durante una hora y media a Gloria&Robert que proponían una maratón de baile, a partir de la película Danzad, danzad, malditos (1969) de Sidney Pollack, cuyo acontecimiento central es un maratón de baile, que se celebra a principios de los años 30 en EE.UU. A priori, solo deben seguir una regla básica para poder llegar al final del maratón: no pueden dejar de bailar. No obstante, con el paso de los días (más de 50 días consecutivos: más de 1200 horas), esta regla se traduce del siguiente modo: los participantes no pueden dejar de moverse («bailar» indica que tienen que permanecer en postura vertical realizando algún tipo de movimiento vagamente coreográfico: sus rodillas no pueden tocar el suelo). El maratón finaliza cuando solo una pareja permanezca en la pista. De este modo, el concurso se va transformando poco a poco en una experiencia radicalmente agotadora. Aunque no se aceptó a ninguna persona que mostrara síntomas de enfermedad o debilidad, algunos de los participantes sufrieron lesiones musculares, ataques al corazón o crisis nerviosas agudas. ¿Por qué? ¿Acaso ese premio justificaba un esfuerzo y un sufrimiento de este tipo? La cuestión excede un argumento racional. Parece obvio que todos diríamos que no: no vale la pena. Sin embargo parece que nadie tiene otra opción. Pues eso, 2014, a elegir nuestro cansancio.