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Vivimos en Tetuán, casi enfrente de la mezquita. Nuestros vecinos son dominicanos, españoles, filipinos, árabes. Desde hace aproximadamente un mes un grupo de extrema derecha se ha instalado en la calle Juan de Olías. Llevan a cabo prácticas xenófobas y discriminatorias, practican la violencia (van dos palizas a inmigrantes) y actúan como atrayente para reconocidos neonazis que se refugian en siglas y proyectos supuestamente sociales. Estamos muy preocupados porque no se trata de un conflicto entre ellos y el CSO La Enredadera, sino de un retroceso en la construcción de una convivencia, bastante sana, en Tetuán. La Enredadera es buena para el barrio, es un espacio de encuentro en el que se practica la solidaridad y el apoyo mutuo. Es una red de personas que, al dejar de ser anónimas entre sí, se hacen invencibles frente al aburrimiento, frente al pesimismo, frente a la crisis. Cuando hoy llegamos a la Plaza de las Palomas parecía un polvorín, dos grupos separados por una calle, rodeados de policía nacional e injustamente equiparados por los medios de comunicación, estamos asistiendo a una infamia con visos trágicos.