El pasado 20 de abril Jordi Soler publicaba en el País una crónica de su viaje a Grecia. Ahora que llegamos a la periferia de Atenas, traemos unos fragmentos, para atisbar el paisaje: «porque después de caminar durante una semana de arriba abajo por la ciudad, queda claro que el canon para medir a Grecia no puede ser exclusivamente el económico, basta husmear por los barrios y los mercadillos de la periferia de Atenas para percibir que la crisis no va simplemente a remitir, sino que va a dar origen a una nueva forma de vida, donde las jerarquías económicas, políticas y sociales van a tener que reajustarse. (…) La gente ha dejado de protestar; cada quien busca una solución personal a su crisis, dice un verdulero en su puesto del mercado: “La gente ha dejado de protestar, ha entendido que la fase de protesta colectiva está agotada y ahora cada quien busca una solución personal a su crisis”, dice Fedro, que tiene un puesto de verduras en un mercadillo de la periferia de la ciudad, y que, según el día, participa de la economía alternativa que ha despertado con la crisis: el trueque, el préstamo, el intercambio de mercancías o de servicios. En los mercadillos de la ciudad se ven puestos con detergentes o jabones fabricados en un garaje, con naranjas y patatas cultivadas en el jardín, y unas mesas enormes llenas de esa mala yerba que en España se desecha y que en Grecia forma parte de la cocina tradicional. Se venden solo los productos de la temporada y se exhiben tal cual han salido de la tierra, hay pepinos torcidos, naranjas todavía pegadas a su rama, patatas contrahechas, una estética, digamos, natural, que sumada al ciclo de las frutas y las verduras, que también se observa en restaurantes y supermercados, nos pinta un pueblo muy apegado a los ciclos de la tierra, (…) a la hora de una crisis brutal como la que vive el país, los ciclos de la tierra funcionan como base, como asidero, como principio de normalidad.»
Día: 22 septiembre, 2014
