Fascinada estoy por dos relatos que me recomendó Selina y que compartiré con vosotros a lo largo del camino, porque describen acertadamente algunos estados de ánimo que acompañan a la peregrina. En la Expedición nocturna alrededor de mi cuarto, Xavier de Maistre cavilaba: … me quedaba por resolver un punto muy importante referente al viaje que iba a emprender. No se trata sólo, en efecto, de ir en coche o a caballo; es preciso también saber adónde se quiere ir. Estaba tan fatigado por las investigaciones metafísicas en que acababa de ocuparme, que antes de decidirme por la región del globo a la que daría la preferencia quise descansar un rato sin pensar en nada. Es ésta una manera de existir que es también de mi invención, y que con frecuencia me ha servido de mucho; pero no le es concedido a todo el mundo saber usar de ella, porque si es fácil dar profundidad a las ideas reconcentrándose sobre un asunto, no lo es tanto parar de pronto el pensamiento como se para el péndulo de un reloj. Molière ha puesto en ridículo, sin razón, a un hombre que se entretenía en contemplar los círculos que hacía el agua de un pozo al escupir en ella; en cuanto a mí, me sentiría inclinado a creer que aquel hombre era un filósofo que tenía el poder de suspender la acción de su inteligencia para descansar; operación de las más difíciles que pueda ejecutar el espíritu humano. Bien sé que las personas que han recibido esta facultad sin haberla deseado, y que no piensan de ordinario en nada, me acusarán de plagio y reclamarán la prioridad de la invención; pero el estado de inmovilidad intelectual de que quiero hablar es muy diferente del que ellas disfrutan, y del cual el señor Necker ha hecho la apología. El mío es siempre voluntario y no puede ser más que momentáneo; para disfrutar de él en toda su plenitud, cerré los ojos, apoyándome con las dos manos en la barandilla de la ventana, como un jinete fatigado se apoya sobre el pomo de la silla, y pronto el recuerdo del pasado, el sentimiento de lo presente y la previsión de lo porvenir se aniquilaron en mi alma. Parece que ya en 1825 existía esta curiosidad por la «inacción» como potencia incubadora. Para nosotros tiene, inevitablemente, resonancias de las culturas orientales, pequeños saltamontes. Fascinada, si, por la ironía de Maistre, su inteligencia y el imaginario que nos ofrece. Continuará.
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