Así rodeadas de verde, seducidas por el paisaje, pero no únicamente a nivel visual. En La Historia más bella de las plantas. Las raíces de nuestra vida, nos recuerdan que dependemos de ellas para respirar y que “cuando se dice que la planta depende del suelo en el que está enraizada, que no se puede mover y se nos muestra tanto más frágil por ello, es inexacto. Puede ser cierto para los individuos, pero no para las especies, que tienen, gracias a sus esporas y sus semillas, una capacidad de propagación inmensa. La semilla es un medio de desplazarse en el tiempo, y lo es también en el espacio.” Se mueven a donde las lleven los animales, el viento… Jean-Marie Pelt nos recuerda que “fuera de la ciencia ha habido una corriente de pensamiento que intentaba comprender el orden de la naturaleza por analogías. Una de esas analogías me seduce particularmente. Observemos un árbol: le crecen ramas de las que brotan hojas que, sumergidas en el aire, toman de él el gas carbónico con el que fabrican azúcares y expulsan oxígeno… Es el mundo vegetal. Fijémonos ahora en un cuerpo: no tiene ramas sino bronquios. Éstos están sumergidos, no en el aire, sino en la sangre de la que toman el oxígeno con el que descomponen los azúcares disueltos en ella por la alimentación, luego los absorben y expulsan carbónico… Es el mundo animal. Ahí tiene esta extraña similitud entre el mundo verde y el mundo rojo que son complementarios en lo sucesivo. Uno se exterioriza cuando el otro se interioriza. Cuanto más desplegados hacia el exterior tiene los órganos, tanto mejor para el mundo vegetal, que se esfuerza por presentar la mayor superficie posible a la luz del sol. Cuanto más protegido, abrigado en el interior del cuerpo, tanto mejor funcionan esos órganos para el mundo animal.” Así este “trozo de país”, estos paisajes complementarios asturianos nos ayudan a perder la posición central de sujetos en el mundo, nos tiñen de verde la mirada y el entendimiento.
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